domingo, 26 de diciembre de 2010

Aprender a callar

Hablar menos. Volver a ser desconocidos. Nos despedíamos cada mes, ¿te acuerdas?.
Para que no tengas que preocuparte más. Y no me pidas que escuche todo aquello que no quiero oír.
Aunque habiendo avanzado tanto, no se pueden dar falsos pasos hacia atrás.

Pensarás que no es serio, es antisocial, incluso inhumano, irracional, de naturaleza animal, incomprensible, estúpido, curioso y...muy yo. Y, sin embargo, es lo más sincero que te he pedido en estos últimos meses.


No me hables de ella. Por favor.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Hay que hablar más para volver a conocernos.

Porque nada es para siempre.
De haberlo sabido, habríamos pagado el alquiler de cada segundo, luego todo se vino abajo.
Porque entonces no había ni espacio ni tiempo. Sólo un par de corazones que, si acaso, palpitaban un poquito más rápido. Y no supimos entenderlos.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Después de luego.

Nos conocimos aquí, estamos suspendidos en el mismo lugar, donde siempre es más probable la casualidad. 
El tiempo nos separa (y no se para) y la música no me deja escuchar. La noche más larga ya se acaba y nos va dejando atrás.
Quédate, no te vayas si aún no estás lejos.


O cuando quieras volver no me vas a saber encontrar.



lunes, 18 de octubre de 2010

Para no poner punto final nunca.


Tuvo que reconocerme
de viva voz
que me había echado de menos.

Y yo,
sin remedio,
creerle,
admitir que yo también
y aceptar que esto sucedería el resto de mi vida.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Lo que yo creía.

Y si se trataba de querer,
yo te quería.
Yo tenía más argumentos y razones que nadie
para que cogieras mi mano,
tocaras mi pelo.
Y que bailaras conmigo
(no sólo los sábados).
Porque yo perdía las formas,
y tú me mirabas.
Porque yo ya te sentía
- te soñaba-
mío
y tú,
- te pensabas -
dueño de mi sonrisa.
Y los dos perdidos,
los ojos cerrados.
Yo sintiendo la magia.
Dime que tú creías.

domingo, 21 de febrero de 2010

Yo no soy feliz.

Y quien te diga que lo es seguro que miente. Y claro que yo sonrío, sonreír a mi edad no es siempre fácil, pero resulta necesario. Necesidad y felicidad, por mucho que conformen una rima consonante, no tienen nada que ver. Yo no necesito ser feliz, pero si aparentar no estar triste, que me hace mucha gracia: SER feliz, ESTAR triste. Como si la tristeza fuera un estado que irremediablemente desembocara en la felicidad, siendo ésta última mucho más duradera. Y no. La felicidad, como alguna vez ya he dicho, es una melodía más recordada que oída, en algunos casos añorada y en otros desconocida o confundida.
Pero qué voy a saber yo, y qué poco me váis a (querer) entender vosotros. Vosotros, que espero que sigáis ahí. He vuelto porque, casual, irónica, desgraciada e irremediablemente, no soy feliz.